Al leer la obra de Castoriadis, sorprende de inmediato el contraste entre la potencia de su pensamiento, perceptible casi en cada página, y su costado confidencial. ¿Se debe acaso a la diversidad del recorrido de este hombre, que nació en Constantinopla en 1922 y que huyó de la dictadura de Metaxas para llegar a París en 1945? ¿A su compromiso dentro del hoy casi mítico grupo Socialismo o Barbarie? ¿A su actividad docente en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales? ¿Hay que buscar la causa, precisamente, en la dificultad de situarlo en un campo disciplinar definido: militante político, economista, psicoanalista, filósofo, pensador de la democracia, poseedor de un saber casi enciclopédico? Sin embargo, toda esa sorprendente actividad cobra coherencia en el concepto de autonomía, presente desde el inicio como idea esencialmente política. ¿Cómo es posible la autonomía? Se trata, en realidad, de una pregunta doble, indisolublemente práctica y teórica: ¿cómo instaurar, en concreto, una sociedad propiamente autónoma, es decir, que se sepa plenamente responsable de sí misma y de las orientaciones que adopta? ¿Qué supone este proyecto para las sociedades humanas, su historia y los hombres que las constituyen?