Montaigne conoce bien la justicia: consejero del Parlamento, instruyó y zanjó diversos casos. Su crítica de la justicia en los Ensayos, a menudo vehemente, se nutre de una experiencia de primera mano que lo lleva a establecer una distinción tajante entre la verdadera idea de ?justicia? y su usurpación o su corrupción irremediable en las instituciones y prácticas judiciales. La singularidad de su análisis reside en la manera: el acto de ?ensayarse? aparece como el ejercicio incansablemente recomenzado de un juicio que quiere escapar a la pregnancia de su forma judicial, a la ?suspensión? del juicio. Lo que Montaigne preconiza es la ?jurisdicción interna?, no ese tribunal de la razón sino más bien el esfuerzo incesante de una evaluación del propio discurso, interior y exterior. Tal es el sello singular de la ?manera? de Montaigne, su marca de escritura y su ?lenguaje cincelado?.